domingo, 26 de enero de 2014

FUSILAMIENTO DEL 3 DE MAYO DE 1803



Nombre
: Los fusilamientos del 3 de mayo
Autor: Francisco José de Goya y Lucientes
Fecha: 1814
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 268 x 347 cm.
Ubicación: Museo del Prado, Madrid

El acontecimiento plasmado en el cuadro ocurrió en 1808. Napoleón había invadido España y la casa real tenía que seguir sus órdenes. El 2 de mayo de 1808, una parte del pueblo de Madrid intenta evitar la salida del infante Don Francisco de Paula hacia Francia ordenada por los franceses. La situación se descontroló y las tropas francesas dispararon contra los madrileños, en lo que se conoce como el levantamiento del 2 de mayo. El estallido de la Guerra de la Independencia en mayo de 1808 supone un grave conflicto interno para Goya, ya que su ideología liberal le acerca a los afrancesados y a José I, mientras que su patriotismo le atrae hacia los que están luchando contra los franceses.

En el lienzo se puede ver una visión patriótica de los hechos acaecidos el 3 de mayo de 1808 en Madrid. Fue pintado años después de los acontecimientos, y no se sabe si llegó a presenciar los hechos. Lo que si sabemos es que Goya pretende llamar la atención reflejando en el cuadro un sentido de cronista fotográfico. Con sus pinceles plasma cómo pudo ser el episodio que encendió la guerra con toda su violencia y su crueldad para manifestar su posición contraria a esos hechos y dar una lección contra la irracionalidad del ser humano, como correspondía a su espíritu ilustrado. La ejecución es totalmente violenta, con rápidas y gruesas pinceladas, así como grandes manchas, como si la propia violencia de la acción hubiera invadido al pintor.
      
En este óleo de estilo romántico el protagonista absoluto es el pueblo, no están representados de forma personal, es el pueblo anónimo el héroe colectivo. Éste es un concepto claramente romántico y moderno de entender la guerra y los logros nacionales, que se atribuyen al pueblo y su voluntad, y no a sus dirigentes.

El grupo de hombres de la izquierda presenta espontaneidad y desorganización; se enfrentan horrorizados a un pelotón de fusilamiento bien pertrechado, perfectamente alineado y del que se desprende una imagen de organización y eficiencia. Pero, sin embargo Goya no ha pintado el rostro de ninguno; los franceses sin rostro no son nadie, tan solo una máquina de guerra delimitada por una negra pincelada que contrasta con el otro grupo. No hay un oficial al mando, únicamente el pueblo que va a morir, el pueblo que se debe matar.





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